“Después de la vida no hay nada.
O sea, lo mismo que antes del nacimiento.
A nadie le da miedo pensar qué era antes de ser concebido”
Elena Pita
La felicidad
La felicidad no es un estado definitivo, sino provisional y frágil.
Prefiero sentirme cansado o triste que artificialmente alegre, la
felicidad no es real si no es lúcida. Uno es feliz si está contento de
vivir, incluso en momentos de tristeza o angustia: prefiero estar vivo
que muerto, luego soy feliz. La verdadera felicidad es el amor a la
vida, y esto incluye los momentos desagradables. Lo sabio es amar la
vida y no simplemente la felicidad, porque quien ama la felicidad sólo
amará la vida en los momentos de alegría.
El deseo
El deseo es muy útil, pero no es lo mismo que la esperanza. Como no
es lo mismo el apetito (deseo) que el hambre (esperanza): si espero
comer significa que no he comido, implica sufrimiento, puedo morir de
hambre. En cambio el deseo de comer implica un placer, no un
sufrimiento. Lo mismo puede aplicarse a la sexualidad, por ejemplo, si
yo espero hacer el amor implica una frustración o carencia, mientras que
el deseo sexual alude al placer durante el acto. Se trata de aprender a
desear lo que se tiene (o sea, a amarlo) en lugar de esperar lo que no
se tiene.
La verdad
Hay que distinguir entre la verdad objetiva y el conocimiento de uno o
su pequeña verdad, pero aunque la verdad nunca se conozca
absolutamente, sí lo suficiente para diferenciar entre verdad y mentira,
conocimiento e ignorancia. Y este conocimiento nuestro parcial y
relativo es suficiente para evitar el sufrimiento. La filosofía conduce a
la felicidad a través de la verdad: ser lo más feliz posible siendo lo
más lúcido posible; no es una panacea pero ayuda a no sufrir.
El saber, la ignorancia y la felicidad
Por un lado es más fácil ser feliz sin la noción de muerte o del
sufrimiento en el mundo, como les sucede a los niños. Pero precisamente
por esto es tan importante buscar a la vez felicidad y verdad, porque
ser feliz a base de fantasías sólo conduce a la desilusión. Entonces, en
una primera instancia es verdad que el saber aumenta el sufrimiento,
pero precisamente por eso es necesario filosofar: hacer que el saber se
convierta en un código de alegría y no de sufrimiento, para lo cual es
preciso amar la verdad. En el fondo, la principal virtud filosófica es
el amor a la verdad por la verdad. Mi única sabiduría es aceptar que no
soy un sabio. La sabiduría no sirve para erradicar la angustia, en todo
caso para aliviarla y ayudar a vivir con ella.
El amor
Hay una diferencia efectiva entre enamorarse, que supone una ilusión
por la persona que se ama y no se conoce, y amar verdaderamente, que es
ilusionarse por alguien a quien sí se conoce. La cuestión es conseguir
que este amor hacia el desconocido se transforme en amor hacia el
conocido, porque cuando esto no sucede, entonces sí, viene el desamor.
¿Qué es un amigo?: alguien a quien se conoce muy bien y pese a ello se
ama. Qué es la pareja, dos que se aman y son amigos. La cuestión es, si
uno prefiere amar a quien no conoce, no está sino amándose a sí mismo.
Filosofía, religión y Ética
Cuanto menos religiosos somos más necesitamos la filosofía y la
ética. Una religión es un conjunto de respuestas y de convenciones,
cuando esto desaparece es necesario buscar respuestas, que es lo que
llamamos filosofar, y además uno necesita interrogarse sobre sus propios
deberes: si no hay Dios al que obedecer, deberé gobernarme a mí mismo.
El ateo tiene una necesidad más urgente de filosofía y sabiduría, porque
ayuda a vivir lo mejor que uno pueda, aquí y ahora. El creyente, como
piensa que lo esencial llegará después de la muerte, no necesita ser
sabio porque espera una salvación tras la muerte.
La nada futura
Yo soy partidario de disfrutar de la vida… ¿Y después, qué más? Nada.
O sea, lo mismo que antes del nacimiento. Es un argumento bien conocido
de la tradición materialista: a nadie le da miedo pensar dónde o qué
era antes de ser concebido, entonces qué sentido tiene temer la misma
nada después de la muerte.
“Mi trabajo consiste en enseñar a la gente a pensar…”