lunes, 30 de septiembre de 2013

André Comte Sponvilla


“Después de la vida no hay nada.
O sea, lo mismo que antes del nacimiento.
A nadie le da miedo pensar qué era antes de ser concebido”

Elena Pita

La felicidad
La felicidad no es un estado definitivo, sino provisional y frágil. Prefiero sentirme cansado o triste que artificialmente alegre, la felicidad no es real si no es lúcida. Uno es feliz si está contento de vivir, incluso en momentos de tristeza o angustia: prefiero estar vivo que muerto, luego soy feliz. La verdadera felicidad es el amor a la vida, y esto incluye los momentos desagradables. Lo sabio es amar la vida y no simplemente la felicidad, porque quien ama la felicidad sólo amará la vida en los momentos de alegría.

El deseo

El deseo es muy útil, pero no es lo mismo que la esperanza. Como no es lo mismo el apetito (deseo) que el hambre (esperanza): si espero comer significa que no he comido, implica sufrimiento, puedo morir de hambre. En cambio el deseo de comer implica un placer, no un sufrimiento. Lo mismo puede aplicarse a la sexualidad, por ejemplo, si yo espero hacer el amor implica una frustración o carencia, mientras que el deseo sexual alude al placer durante el acto. Se trata de aprender a desear lo que se tiene (o sea, a amarlo) en lugar de esperar lo que no se tiene.

La verdad

Hay que distinguir entre la verdad objetiva y el conocimiento de uno o su pequeña verdad, pero aunque la verdad nunca se conozca absolutamente, sí lo suficiente para diferenciar entre verdad y mentira, conocimiento e ignorancia. Y este conocimiento nuestro parcial y relativo es suficiente para evitar el sufrimiento. La filosofía conduce a la felicidad a través de la verdad: ser lo más feliz posible siendo lo más lúcido posible; no es una panacea pero ayuda a no sufrir.

El saber, la ignorancia y la felicidad

Por un lado es más fácil ser feliz sin la noción de muerte o del sufrimiento en el mundo, como les sucede a los niños. Pero precisamente por esto es tan importante buscar a la vez felicidad y verdad, porque ser feliz a base de fantasías sólo conduce a la desilusión. Entonces, en una primera instancia es verdad que el saber aumenta el sufrimiento, pero precisamente por eso es necesario filosofar: hacer que el saber se convierta en un código de alegría y no de sufrimiento, para lo cual es preciso amar la verdad. En el fondo, la principal virtud filosófica es el amor a la verdad por la verdad. Mi única sabiduría es aceptar que no soy un sabio. La sabiduría no sirve para erradicar la angustia, en todo caso para aliviarla y ayudar a vivir con ella.

El amor

Hay una diferencia efectiva entre enamorarse, que supone una ilusión por la persona que se ama y no se conoce, y amar verdaderamente, que es ilusionarse por alguien a quien sí se conoce. La cuestión es conseguir que este amor hacia el desconocido se transforme en amor hacia el conocido, porque cuando esto no sucede, entonces sí, viene el desamor. ¿Qué es un amigo?: alguien a quien se conoce muy bien y pese a ello se ama. Qué es la pareja, dos que se aman y son amigos. La cuestión es, si uno prefiere amar a quien no conoce, no está sino amándose a sí mismo.

Filosofía, religión y Ética

Cuanto menos religiosos somos más necesitamos la filosofía y la ética. Una religión es un conjunto de respuestas y de convenciones, cuando esto desaparece es necesario buscar respuestas, que es lo que llamamos filosofar, y además uno necesita interrogarse sobre sus propios deberes: si no hay Dios al que obedecer, deberé gobernarme a mí mismo. El ateo tiene una necesidad más urgente de filosofía y sabiduría, porque ayuda a vivir lo mejor que uno pueda, aquí y ahora. El creyente, como piensa que lo esencial llegará después de la muerte, no necesita ser sabio porque espera una salvación tras la muerte.

La nada futura

Yo soy partidario de disfrutar de la vida… ¿Y después, qué más? Nada. O sea, lo mismo que antes del nacimiento. Es un argumento bien conocido de la tradición materialista: a nadie le da miedo pensar dónde o qué era antes de ser concebido, entonces qué sentido tiene temer la misma nada después de la muerte.

“Mi trabajo consiste en enseñar a la gente a pensar…”

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