martes, 8 de enero de 2013

Django

Lo que intento decirte es que entiendo lo que es sentirse el ser más pequeño, insignificante y patético de la humanidad y lo que es sentir dolor en partes del cuerpo que ni siquiera sabías que tenías. Y da igual cuántas veces te cambies de peinado, o a cuántos gimnasios te apuntes, o cuántos vasos de Chardonnay te tomes con las amigas, porque sigues acostándote todas las noches repasando todos los detalles y preguntándote qué hiciste mal o qué pudiste malinterpretar. Y cómo puñetas en ese breve instante pudiste pensar que eras tan feliz. A veces incluso logras convencerte de que él verá la luz y se presentará en tu puerta. Y después de todo eso y aunque esa situación dure mucho tiempo, vas a un lugar nuevo y conoces a gente que te hace recuperar tu amor propio. Y vas recomponiendo tu alma pedazo a pedazo, y toda esa época difusa, esos años de tu vida que has malgastado, empiezan por fin a desvanecerse.
- The Holiday (Vacaciones)

Correr junto al río, seguir siempre al sol, volando, volando...al fin llegaré.
 
 

miércoles, 2 de enero de 2013

La locura según Foucault
Por Sugel Michelén
Alguien dijo una vez que la única diferencia que existe entre las personas que están dentro de las instituciones mentales y aquellos de nosotros que estamos fuera… es que nosotros somos la mayoría.
Si ellos fueran la mayoría nosotros estaríamos dentro.
Para el filósofo y psicólogo francés Michel Foucault (1926-1984), sin duda alguna uno de los pensadores postmodernos más influyentes del siglo XX, esto no era chiste, sino una teoría sociológica.
Según él, son los que tienen el poder quiénes definen lo que es normal y lo que no lo es.
Cualquier sociedad puede definir la locura de tal manera que ciertas personas caigan en esa categoría y sean aisladas. Pero el poder no sólo determina la normalidad y la locura, sino también el conocimiento.
Muchas veces se ha dicho que el conocimiento produce poder; pero Foucault le da vuelta a la mesa y afirma que de la misma manera el poder produce “conocimiento”.
De modo que los que tienen el poder son los que determinan lo que es normal, lo que es justo y lo que es verdad.
Según Foucault, éstos no son conceptos preexistentes que nosotros debemos descubrir, sino más bien algo que nosotros producimos y que los poderosos definen para mantener el control.
Consecuentemente, los que afirman conocer algo como verdadero inmediatamente se convierten en sospechosos de tener escondida debajo de la manga una agenda de control.
Se cuenta la historia de tres umpires que estaban discutiendo entre sí sobre si un lanzamiento había sido “bola” o “strike”. El primero dijo muy confiadamente: “Yo digo las cosas como son”.
El segundo dijo: “Yo digo las cosas como las veo”. A lo que el tercero replicó: “Los lanzamientos no son ni bola ni strike hasta que yo lo decida”.
Esa es la postura de la postmodernidad. Como bien señala Os Guinnes: “El primer árbitro representa el punto de vista tradicional acerca de la verdad: algo objetivo, independiente de la mente del conocedor y que hay que descubrir.
El segundo árbitro representa el relativismo moderado: la verdad ‘tal como la ve cada uno’, según su opinión y forma de interpretarla.
Y el tercer árbitro representa claramente al relativista radical o la postura postmodernista: la ‘verdad’ no es algo que existe y que hay que descubrir; cada uno de nosotros debe crearla para sí mismo”.
En el mundo postmoderno solo se acepta como verdad el hecho de que no hay verdad. Por supuesto, nadie puede ser coherente con esta visión absurda de la vida.